Personas de distintos orígenes recorren los mismos bares de copas en Bilbao. Ocho de los nueve visitados discriminan bajo criterios racistas. Se trata de una acción antirracista europea que ha puesto a prueba a locales de 14 países
María R. Aranguren*.- Es viernes, son las diez de la noche y nos han servido unos bocadillos en un local situado en la estación de tren de Abando, en el corazón de Bilbao. Quedan siete horas de vida nocturna en los bares y cuando termine la fiesta se habrán escuchado frases como estas: “Venid luego y entráis”, “esta es una fiesta privada”, “pídele explicaciones al jefe”, “hago lo que me mandan”, “ni negros ni árabes”, “quítate esa gorra”, “tienes que pagar”, “si quieres entrar llamas a la policía y entras”, “ marroquíes y argelinos no”.
Mientras los alemanes Matthias Rüdinger y Manuel Birke acceden sin ningún tipo de invitación ni pase, los marroquíes Salah Farroukh y Zohair Rife se enfrentan a la negativa del personal de seguridad
Abdeighani Graa, un joven marroquí que emigró en 2006 a la capital vizcaína, está acostumbrado a escuchar estas frases. Aunque habitualmente prefiere quedarse en casa, no entiende por qué cuando sale de marcha el personal de seguridad de bares y discotecas le niega la posibilidad de acceso mientras todos los demás pasan. “Vas para olvidarte de los problemas y ellos te ponen otros”, afirma. Hoy ha dedicado un tiempo a arreglarse, como siempre, y se ha puesto chaqueta y zapatos, aunque sabe de antemano lo que ocurrirá cuando se acerque a las zonas de copas. También sabe lo que le ocurriría en muchos otros bares y discotecas si estuviera en Barcelona, Madrid o Valencia. Ha visitado varias ciudades de España y siempre le ha pasado lo mismo. “Turistas sí. Moros no”.
Hoy el grupo que come un bocadillo en la estación de Abando está conformado por personas de orígenes diversos. A Abdeighani lo acompaña su amigo Adil. Mobarak Kabouri, Zohair Rife y Salah Farroukh, también son marroquíes. Oumar Kane y Ababacar Sambe, inmigrantes senegaleses, Adrián Castillo Álvarez, peruano, y Álex Castro, de Colombia, completan el grupo de personas susceptibles de ser discriminadas. Los vascos Joseba Pando e Iván Molina Allende, junto con Matthias Rüdinger y Manuel Birke, dos turistas alemanes, son los encargados de entrar a los bares que hayan discriminado a alguno de los anteriores, para demostrar así que el criterio de admisión es racista. Todo hombres, dado que son ellos a los que más afecta este tipo de discriminación.
No es una noche cualquiera. Esta vez hay grabadoras en los bolsillos y una estrategia: acudir a los bares de copas de una manera planificada para comprobar a quién y cómo se le impide el acceso. Se trata de una acción organizada por SOS Racismo y que se realizó de forma simultánea, las noches del viernes 4 y sábado 5 de marzo, en otros 14 países europeos, a iniciativa de la red europea contra el racismo European Grassroots Antirracist Movement (EGAM).
En Bilbao, las denuncias interpuestas por discriminación en bares y discotecas se concentran en torno a Alameda de Mazarredo y Galerías Urquijo, dos de las zonas con más ambiente nocturno de la ciudad, y es ahí a donde se dirige el grupo, que se ha dividido en parejas y que pisa ya las galerías donde varias chicas jóvenes ofrecen chupitos gratuitos a los transeúntes. El aforo no está completo en ningún local, pero esta será una de las excusas que esgrima el personal de seguridad cuando Salah Farroukh, Omar Kane y otros jóvenes de origen no europeo traten de entrar. Sucede en el primer bar. También en el segundo, en el tercero y en el cuarto.
La mayoría de los porteros se justifican argumentando la celebración de fiestas privadas. Sin embargo, a juzgar por el libre tránsito del resto de componentes del grupo, los porteros mienten
Mientras Matthias Rüdinger y Manuel Birke, rubios y de ojos claros, acceden sin ningún tipo de invitación ni pase, Salah Farroukh y Zohair Rife se enfrentan a la negativa del personal de seguridad.
-“¿Por qué no puedo pasar?”, pregunta Salah.
-“Hay una fiesta privada”, responde el hombre que decide el acceso.
-“Pero eso no es verdad, otros amigos han entrado”
-“El que organiza la fiesta decide, a mí no me preguntes, pregúntale al jefe”, contesta.
Los dueños de los locales de la zona parecen haberse puesto de acuerdo en las instrucciones. La mayoría de los porteros se justifican argumentando la celebración de fiestas privadas. Sin embargo, a juzgar por el libre tránsito del resto de componentes del grupo, los porteros mienten. Otros confiesan sin escrúpulos: “Ni negros ni moros”.
El acceso es discriminatorio en el bar Every, donde no entran ni marroquíes, ni subsaharianos ni latinos pero sí todos los demás. En Big Ben, donde no entra ningún africano. En Weekender y en Bongo Loco, donde no pasan los marroquíes, y en El Tres, donde sólo consiguen pasar si van acompañados de personas autóctonas poco dispuestas a tolerar actitudes racistas.
“Les acabo de preguntar por qué a mí me dejan entrar y a mis amigos no, y me han dicho que yo no tengo pintas de robar”, exclama Miren, una joven bilbaína. “¿Qué razones son esas?”, se pregunta indignada. Alguien propone solicitar hojas de reclamación, pero los porteros, muy nerviosos e intentando justificarse, se resisten. “Sí, pero esperas”, “¿Hoja de reclamación para qué? No somos racistas”, “Si no has entrado al local no tienes derecho a pedirla”, “Niña, no me toques los cojones”.
Uno de los locales se resiste a facilitar las hojas de reclamación. El grupo decide llamar a la Policía Municipal. “Eres un hijo de puta”, le susurra el dueño del bar a Salah
Every es uno de los locales donde niegan ese derecho de los clientes y el grupo se ve obligado a llamar a la Policía Municipal, que llega unos minutos más tarde y está presente mientras los afectados rellenan los datos. “¿Sabes qué? Eres un hijo de puta”, cuenta Salah que le ha dicho el dueño al oído cuando los agentes marchan.
Son las dos y media de la mañana y es hora de cambiar el rumbo. Alameda Mazarredo queda cerca de la calle Urquijo y ahí se dirige el grupo, que continúa tranquilo aunque un tanto desmoralizado. Las conversaciones ya sólo versan sobre la discriminación por raza u origen y sobre las barreras que dificultan la integración. Nuevamente, la realidad se impone tozuda.
En el Divino Cielo, el sexto bar visitado, no dejan entrar “ni a marroquíes ni a negros”. Así lo dice el personal de seguridad. En Galeón impiden el acceso a marroquíes. En la Otxoa, piden a Abdeighani y a Adil que paguen ocho euros, mientras los demás entran sin que nadie les pida entrada. En Charol, sólo los hombres pagan, las mujeres entran gratis; es el único local en el que no se demuestra discriminación por origen.
Los resultados del testing llevado a cabo en países como Francia, Suiza o Bélgica no son tan abrumadores. En los catorce países que han participado en el European Testing Night, se han encontrado un total de 35 locales que discriminan por motivos raciales. Pero Benjamin Abtan, integrante de SOS Racismo Francia y coordinador de la acción, descarta que se deba a que en el resto de países no haya problemas de racismo. “En los países nórdicos y del Este, el frío hizo que todo estuviera tan vacío, que locales que habitualmente discriminan, hicieron una excepción”, explica.
Para quienes participan en Bilbao, todo ha sido demasiado agotador. Son las tres y media de la mañana y, a pesar de saber de otros locales en la zona que discriminan sistemáticamente, deciden terminar la noche en algún establecimiento menos hostil. Encuentran el Kafe Antzokia, un antiguo teatro reconvertido en discoteca donde no encuentran problemas para entrar todos juntos. Aún así, no hay quien borre la huella de lo ocurrido y algunos prefieren salir a la calle a tomar un poco de aire fresco.
Nombres y argumentos de los bares puestos a prueba:
Every: No dejan entran ni a negros, ni a marroquíes ni a latinos. Argumentan que hay una fiesta privada
Big Ben: No dejan entrar a negros ni a marroquíes. Les dicen que el local está lleno.
Weekender: No dejan entrar a los marroquíes.
El tres: De todo el grupo, discriminan a dos de los marroquíes, diciéndoles que hace falta invitación y reconociendo después que sólo dejan entrar a inmigrantes si les conocen
El bongo loco: No dejan entrar a los marroquíes.
Divino cielo: Reconocen abiertamente que es política del local no dejar entrar a negros ni marroquíes
El Galeón: Explicitan que la política del bar es negar la entrada a marroquíes y argelinos
La Otxoa: Piden pagar entrada a los marroquíes; el resto entra gratis
Charol: El único local en el que no se encuentra discriminación racista, aunque sí sexista; los hombres pagan y las mujeres no
*Pikara Magazine. El bloguero Jose A. Pérez relata su experiencia como testigo, junto con María R. Aranguren, de la acción antirracista
La acción se ha realizado en 14 países europeos (Bélgica, Dinamarca, Francia, Noruega y Rumanía, entre otros), en los que se han destapado un total de 35 bares racistas
María R. Aranguren*.- Es viernes, son las diez de la noche y nos han servido unos bocadillos en un local situado en la estación de tren de Abando, en el corazón de Bilbao. Quedan siete horas de vida nocturna en los bares y cuando termine la fiesta se habrán escuchado frases como estas: “Venid luego y entráis”, “esta es una fiesta privada”, “pídele explicaciones al jefe”, “hago lo que me mandan”, “ni negros ni árabes”, “quítate esa gorra”, “tienes que pagar”, “si quieres entrar llamas a la policía y entras”, “ marroquíes y argelinos no”.
Mientras los alemanes Matthias Rüdinger y Manuel Birke acceden sin ningún tipo de invitación ni pase, los marroquíes Salah Farroukh y Zohair Rife se enfrentan a la negativa del personal de seguridad
Abdeighani Graa, un joven marroquí que emigró en 2006 a la capital vizcaína, está acostumbrado a escuchar estas frases. Aunque habitualmente prefiere quedarse en casa, no entiende por qué cuando sale de marcha el personal de seguridad de bares y discotecas le niega la posibilidad de acceso mientras todos los demás pasan. “Vas para olvidarte de los problemas y ellos te ponen otros”, afirma. Hoy ha dedicado un tiempo a arreglarse, como siempre, y se ha puesto chaqueta y zapatos, aunque sabe de antemano lo que ocurrirá cuando se acerque a las zonas de copas. También sabe lo que le ocurriría en muchos otros bares y discotecas si estuviera en Barcelona, Madrid o Valencia. Ha visitado varias ciudades de España y siempre le ha pasado lo mismo. “Turistas sí. Moros no”.
Hoy el grupo que come un bocadillo en la estación de Abando está conformado por personas de orígenes diversos. A Abdeighani lo acompaña su amigo Adil. Mobarak Kabouri, Zohair Rife y Salah Farroukh, también son marroquíes. Oumar Kane y Ababacar Sambe, inmigrantes senegaleses, Adrián Castillo Álvarez, peruano, y Álex Castro, de Colombia, completan el grupo de personas susceptibles de ser discriminadas. Los vascos Joseba Pando e Iván Molina Allende, junto con Matthias Rüdinger y Manuel Birke, dos turistas alemanes, son los encargados de entrar a los bares que hayan discriminado a alguno de los anteriores, para demostrar así que el criterio de admisión es racista. Todo hombres, dado que son ellos a los que más afecta este tipo de discriminación.
No es una noche cualquiera. Esta vez hay grabadoras en los bolsillos y una estrategia: acudir a los bares de copas de una manera planificada para comprobar a quién y cómo se le impide el acceso. Se trata de una acción organizada por SOS Racismo y que se realizó de forma simultánea, las noches del viernes 4 y sábado 5 de marzo, en otros 14 países europeos, a iniciativa de la red europea contra el racismo European Grassroots Antirracist Movement (EGAM).
En Bilbao, las denuncias interpuestas por discriminación en bares y discotecas se concentran en torno a Alameda de Mazarredo y Galerías Urquijo, dos de las zonas con más ambiente nocturno de la ciudad, y es ahí a donde se dirige el grupo, que se ha dividido en parejas y que pisa ya las galerías donde varias chicas jóvenes ofrecen chupitos gratuitos a los transeúntes. El aforo no está completo en ningún local, pero esta será una de las excusas que esgrima el personal de seguridad cuando Salah Farroukh, Omar Kane y otros jóvenes de origen no europeo traten de entrar. Sucede en el primer bar. También en el segundo, en el tercero y en el cuarto.
La mayoría de los porteros se justifican argumentando la celebración de fiestas privadas. Sin embargo, a juzgar por el libre tránsito del resto de componentes del grupo, los porteros mienten
Mientras Matthias Rüdinger y Manuel Birke, rubios y de ojos claros, acceden sin ningún tipo de invitación ni pase, Salah Farroukh y Zohair Rife se enfrentan a la negativa del personal de seguridad.
-“¿Por qué no puedo pasar?”, pregunta Salah.
-“Hay una fiesta privada”, responde el hombre que decide el acceso.
-“Pero eso no es verdad, otros amigos han entrado”
-“El que organiza la fiesta decide, a mí no me preguntes, pregúntale al jefe”, contesta.
Los dueños de los locales de la zona parecen haberse puesto de acuerdo en las instrucciones. La mayoría de los porteros se justifican argumentando la celebración de fiestas privadas. Sin embargo, a juzgar por el libre tránsito del resto de componentes del grupo, los porteros mienten. Otros confiesan sin escrúpulos: “Ni negros ni moros”.
El acceso es discriminatorio en el bar Every, donde no entran ni marroquíes, ni subsaharianos ni latinos pero sí todos los demás. En Big Ben, donde no entra ningún africano. En Weekender y en Bongo Loco, donde no pasan los marroquíes, y en El Tres, donde sólo consiguen pasar si van acompañados de personas autóctonas poco dispuestas a tolerar actitudes racistas.
“Les acabo de preguntar por qué a mí me dejan entrar y a mis amigos no, y me han dicho que yo no tengo pintas de robar”, exclama Miren, una joven bilbaína. “¿Qué razones son esas?”, se pregunta indignada. Alguien propone solicitar hojas de reclamación, pero los porteros, muy nerviosos e intentando justificarse, se resisten. “Sí, pero esperas”, “¿Hoja de reclamación para qué? No somos racistas”, “Si no has entrado al local no tienes derecho a pedirla”, “Niña, no me toques los cojones”.
Uno de los locales se resiste a facilitar las hojas de reclamación. El grupo decide llamar a la Policía Municipal. “Eres un hijo de puta”, le susurra el dueño del bar a Salah
Every es uno de los locales donde niegan ese derecho de los clientes y el grupo se ve obligado a llamar a la Policía Municipal, que llega unos minutos más tarde y está presente mientras los afectados rellenan los datos. “¿Sabes qué? Eres un hijo de puta”, cuenta Salah que le ha dicho el dueño al oído cuando los agentes marchan.
Son las dos y media de la mañana y es hora de cambiar el rumbo. Alameda Mazarredo queda cerca de la calle Urquijo y ahí se dirige el grupo, que continúa tranquilo aunque un tanto desmoralizado. Las conversaciones ya sólo versan sobre la discriminación por raza u origen y sobre las barreras que dificultan la integración. Nuevamente, la realidad se impone tozuda.
En el Divino Cielo, el sexto bar visitado, no dejan entrar “ni a marroquíes ni a negros”. Así lo dice el personal de seguridad. En Galeón impiden el acceso a marroquíes. En la Otxoa, piden a Abdeighani y a Adil que paguen ocho euros, mientras los demás entran sin que nadie les pida entrada. En Charol, sólo los hombres pagan, las mujeres entran gratis; es el único local en el que no se demuestra discriminación por origen.
Los resultados del testing llevado a cabo en países como Francia, Suiza o Bélgica no son tan abrumadores. En los catorce países que han participado en el European Testing Night, se han encontrado un total de 35 locales que discriminan por motivos raciales. Pero Benjamin Abtan, integrante de SOS Racismo Francia y coordinador de la acción, descarta que se deba a que en el resto de países no haya problemas de racismo. “En los países nórdicos y del Este, el frío hizo que todo estuviera tan vacío, que locales que habitualmente discriminan, hicieron una excepción”, explica.
Para quienes participan en Bilbao, todo ha sido demasiado agotador. Son las tres y media de la mañana y, a pesar de saber de otros locales en la zona que discriminan sistemáticamente, deciden terminar la noche en algún establecimiento menos hostil. Encuentran el Kafe Antzokia, un antiguo teatro reconvertido en discoteca donde no encuentran problemas para entrar todos juntos. Aún así, no hay quien borre la huella de lo ocurrido y algunos prefieren salir a la calle a tomar un poco de aire fresco.
Nombres y argumentos de los bares puestos a prueba:
Every: No dejan entran ni a negros, ni a marroquíes ni a latinos. Argumentan que hay una fiesta privada
Big Ben: No dejan entrar a negros ni a marroquíes. Les dicen que el local está lleno.
Weekender: No dejan entrar a los marroquíes.
El tres: De todo el grupo, discriminan a dos de los marroquíes, diciéndoles que hace falta invitación y reconociendo después que sólo dejan entrar a inmigrantes si les conocen
El bongo loco: No dejan entrar a los marroquíes.
Divino cielo: Reconocen abiertamente que es política del local no dejar entrar a negros ni marroquíes
El Galeón: Explicitan que la política del bar es negar la entrada a marroquíes y argelinos
La Otxoa: Piden pagar entrada a los marroquíes; el resto entra gratis
Charol: El único local en el que no se encuentra discriminación racista, aunque sí sexista; los hombres pagan y las mujeres no
*Pikara Magazine. El bloguero Jose A. Pérez relata su experiencia como testigo, junto con María R. Aranguren, de la acción antirracista
La acción se ha realizado en 14 países europeos (Bélgica, Dinamarca, Francia, Noruega y Rumanía, entre otros), en los que se han destapado un total de 35 bares racistas