Por Ernesto Espeche
El 15 de diciembre de 1983, menos de una semana después de asumir la presidencia, Raúl Alfonsín dictó el decreto 187 que estableció la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). Tenía la expresa responsabilidad de investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar. En la Comisión estaban, entre otros, el cirujano René Favaloro, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú y el escritor Ernesto Sábato.
El periodista Ulises Gorini dijo en su obra sobre la historia de las Madres de Plaza de Mayo que la mayoría de aquellos "notables"
pertenecía a una variada y compleja franja de la población que, tras haber avalado en términos generales la "lucha anti-subversiva" –el genocidio-, se habían sumado tardíamente a la condena de la dictadura.
"Incluso algunos habían prestado servicios al régimen, como Ruiz Guiñazú, encargada de prensa del Ministerio de Economía, o integrando la delegación que había concurrido a Malvinas después del desembarco argentino, como René Favaloro".
Sábato era, entonces, la expresión de los que habían pensado que los militares habían venido a poner orden al caos del gobierno de Isabel Perón y la acción de la guerrilla, y en algún momento comenzaron a percibir la "desproporción" de la respuesta del régimen dictatorial, la "desviación de la legalidad" en la utilización de los métodos represivos, los "excesos" y las "víctimas inocentes".
Los "notables" de la llamada etapa de la transición a la democracia forjaron y acompañaron la construcción de la memoria oficial. El filósofo José Pablo Feinmann hace referencia a esa lamentable
funcionalidad: "el referente es alguien a quien la sociedad coloca en determinado lugar (…) Se trata de un pacto. La sociedad se reconoce en el referente porque éste reconoce a la sociedad, expresándola, el referente cree, no solo en la sociedad, sino muy especialmente en sí mismo. Cree que su palabra es necesaria (…) de aquí que siempre debe pronunciarla (…) Adquiere con el tiempo un aura de santo. Los valores de la sabiduría y la santidad lo constituyen (…) La sociedad le exige la palabra sabia, orientadora".
Desde este enfoque, puede valorarse el papel jugado por Sábato en un momento clave de la historia reciente. "El prólogo del Nunca Más incurre en la exaltación del punto medio". Así "se dibuja un país inocente que es asolado, herido desde los extremos: el extremo izquierdo y el extremo derecho. El referente mira y juzga desde el medio. El punto medio es el punto de la inocencia. Los demonios son los extremos".
Con la creación de la comisión, Alfonsín eludió la responsabilidad de poner a cargo de las indagaciones e investigaciones al Parlamento, tal como lo habían solicitado los organismos de derechos humanos. Su tarea era desarrollar su investigación en un plazo perentorio de 180 días, según lo expresado por el decreto, "de modo de evitar que la dolorosa necesidad de investigar estos hechos sustraiga, más allá de cierto lapso prudencial, los esfuerzos que deben dirigirse a la tarea de afianzar en el futuro una convivencia democrática y respetuosa de la dignidad humana".
Estaba en juego el canon de la memoria colectiva. Más allá de la repercusión pública de la Conadep, inseparable de su labor de denuncia del terrorismo de Estado, no se puede ocultar que su discurso imponía una interpretación de los hechos del pasado reciente que se sintetizaba en el mito de los dos demonios, una interpretación que no era la del poder militar, pero tampoco la del movimiento de derechos humanos.
Gorini explica que "el prólogo del Nunca Más, escrito por un hombre de sinuosa actuación bajo el régimen dictatorial, establecía una relación directa entre el genocidio y la actuación de los grupos armados de la izquierda más radicalizada de la década del setenta". Durante esos años, sostenía Sábato, "la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda". Semejante afirmación no fue el resultado de alguna investigación efectuada por la Comisión, sino que era una estricta evaluación política del escritor, en sintonía con el discurso oficial.
La idea de terrorismo incluía, en el informe, a las organizaciones armadas de la izquierda. El terrorismo, agrega Gorini, es una categoría que "se aplicaba a experiencias históricas diversas y servía para manipular identidades complejas, que de ningún modo eran equiparables, ni siquiera comparables. No bastaba que Sábato dijera que el terrorismo de Estado había sido infinitamente peor que el otro.
No había comparación posible".
El periódico de las Madres de Plaza de Mayo reflejó el informe Sábato con el título "Las trampas del Nunca Más". En él se consignó que si bien la información recogida por la comisión revelaba que un porcentaje considerable de las víctimas de las desapariciones no eran guerrilleros, este aspecto no aparece considerado en el informe. Se había omitido indagar sobre la militancia de los desaparecidos y las causas de las desapariciones. La contracara de la demonización de los militantes de los setenta es, en el Nunca Más, la despolitización de los desaparecidos en la figura de la víctima. El sadismo, la perversión y la locura explicaban la extensión de la represión hacia las "víctimas inocentes". Por otra parte ¿cómo justificar la idea de que el terrorismo de Estado fue la respuesta a otro terrorismo cuando se conocía que un alto porcentaje de los desaparecidos no estaba involucrado con la lucha armada?
El escritor Osvaldo Bayer fue quien planteó de manera más frontal una polémica con Sábato. En un artículo publicado en el periódico de las Madres de Plaza de Mayo en enero de 1985, Bayer habló del "reacomodamiento situacionista" del autor de "Sobre héroes y tumbas"
al recuperar sus palabras del 19 de mayo de 1976: "el general Videla me dio una excelente impresión, se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente". Sábato, agrega Bayer, "sabía muy bien qué efecto podían ocasionar sus palabras en los lectores, precisamente en uno de los meses de represión más bárbara de este general de amplitud de criterio". Pero "¿por qué exigir otra cosa de Sábato? Sábato es el representante intelectual legítimo de nuestra clase media. Hoy, precisamente, es el héroe porque esa, nuestra clase media, se ve reflejada en él plenamente: sus fantasmas, sus miedos, sus exitismos, sus necesidades de verse premiada, su capacidad de remordimiento. Pasa alegremente, sin ningún problema de la más trágica de las dictaduras a un país con libertades, sin haber sacrificado ni una lágrima".
Años más tarde, al cumplirse 30 años del golpe genocida, el gobierno de Néstor Kirchner reeditó el prólogo del Nunca Más. El nuevo relato resultó de otra configuración de la memoria oficial, asentada en la memora y la verdad, y en una política de efectiva justicia. Se trata de un texto que desarmó los fundamentos esenciales del informe Sábato y que contó con el unánime apoyo del movimiento de derechos humanos.
Las corporaciones mediáticas, políticas y empresarias se opusieron a los nuevos argumentos e intentaron –casi desde el ridículo- sostener la paternidad simbólica del alfonsinismo en la defensa de la democracia y los derechos humanos. Acusaron al oficialismo de tener una "actitud revanchista" y de "menospreciar los enormes esfuerzos realizados en pos de una verdadera pacificación nacional".
No resulta extraño, entonces, que quienes confrontan las políticas actuales en materia de justicia y ampliación de derechos sean los mismos que subieron a Sábato en el pedestal de la ética democrática.
*El autor es Doctor en Comunicación de la UNLP, director de Radio Nacional Mendoza, docente e investigador de la UNCuyo, director de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNCuyo
"Incluso algunos habían prestado servicios al régimen, como Ruiz Guiñazú, encargada de prensa del Ministerio de Economía, o integrando la delegación que había concurrido a Malvinas después del desembarco argentino, como René Favaloro".
Sábato era, entonces, la expresión de los que habían pensado que los militares habían venido a poner orden al caos del gobierno de Isabel Perón y la acción de la guerrilla, y en algún momento comenzaron a percibir la "desproporción" de la respuesta del régimen dictatorial, la "desviación de la legalidad" en la utilización de los métodos represivos, los "excesos" y las "víctimas inocentes".
Los "notables" de la llamada etapa de la transición a la democracia forjaron y acompañaron la construcción de la memoria oficial. El filósofo José Pablo Feinmann hace referencia a esa lamentable
funcionalidad: "el referente es alguien a quien la sociedad coloca en determinado lugar (…) Se trata de un pacto. La sociedad se reconoce en el referente porque éste reconoce a la sociedad, expresándola, el referente cree, no solo en la sociedad, sino muy especialmente en sí mismo. Cree que su palabra es necesaria (…) de aquí que siempre debe pronunciarla (…) Adquiere con el tiempo un aura de santo. Los valores de la sabiduría y la santidad lo constituyen (…) La sociedad le exige la palabra sabia, orientadora".
Desde este enfoque, puede valorarse el papel jugado por Sábato en un momento clave de la historia reciente. "El prólogo del Nunca Más incurre en la exaltación del punto medio". Así "se dibuja un país inocente que es asolado, herido desde los extremos: el extremo izquierdo y el extremo derecho. El referente mira y juzga desde el medio. El punto medio es el punto de la inocencia. Los demonios son los extremos".
Con la creación de la comisión, Alfonsín eludió la responsabilidad de poner a cargo de las indagaciones e investigaciones al Parlamento, tal como lo habían solicitado los organismos de derechos humanos. Su tarea era desarrollar su investigación en un plazo perentorio de 180 días, según lo expresado por el decreto, "de modo de evitar que la dolorosa necesidad de investigar estos hechos sustraiga, más allá de cierto lapso prudencial, los esfuerzos que deben dirigirse a la tarea de afianzar en el futuro una convivencia democrática y respetuosa de la dignidad humana".
Estaba en juego el canon de la memoria colectiva. Más allá de la repercusión pública de la Conadep, inseparable de su labor de denuncia del terrorismo de Estado, no se puede ocultar que su discurso imponía una interpretación de los hechos del pasado reciente que se sintetizaba en el mito de los dos demonios, una interpretación que no era la del poder militar, pero tampoco la del movimiento de derechos humanos.
Gorini explica que "el prólogo del Nunca Más, escrito por un hombre de sinuosa actuación bajo el régimen dictatorial, establecía una relación directa entre el genocidio y la actuación de los grupos armados de la izquierda más radicalizada de la década del setenta". Durante esos años, sostenía Sábato, "la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda". Semejante afirmación no fue el resultado de alguna investigación efectuada por la Comisión, sino que era una estricta evaluación política del escritor, en sintonía con el discurso oficial.
La idea de terrorismo incluía, en el informe, a las organizaciones armadas de la izquierda. El terrorismo, agrega Gorini, es una categoría que "se aplicaba a experiencias históricas diversas y servía para manipular identidades complejas, que de ningún modo eran equiparables, ni siquiera comparables. No bastaba que Sábato dijera que el terrorismo de Estado había sido infinitamente peor que el otro.
No había comparación posible".
El periódico de las Madres de Plaza de Mayo reflejó el informe Sábato con el título "Las trampas del Nunca Más". En él se consignó que si bien la información recogida por la comisión revelaba que un porcentaje considerable de las víctimas de las desapariciones no eran guerrilleros, este aspecto no aparece considerado en el informe. Se había omitido indagar sobre la militancia de los desaparecidos y las causas de las desapariciones. La contracara de la demonización de los militantes de los setenta es, en el Nunca Más, la despolitización de los desaparecidos en la figura de la víctima. El sadismo, la perversión y la locura explicaban la extensión de la represión hacia las "víctimas inocentes". Por otra parte ¿cómo justificar la idea de que el terrorismo de Estado fue la respuesta a otro terrorismo cuando se conocía que un alto porcentaje de los desaparecidos no estaba involucrado con la lucha armada?
El escritor Osvaldo Bayer fue quien planteó de manera más frontal una polémica con Sábato. En un artículo publicado en el periódico de las Madres de Plaza de Mayo en enero de 1985, Bayer habló del "reacomodamiento situacionista" del autor de "Sobre héroes y tumbas"
al recuperar sus palabras del 19 de mayo de 1976: "el general Videla me dio una excelente impresión, se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente". Sábato, agrega Bayer, "sabía muy bien qué efecto podían ocasionar sus palabras en los lectores, precisamente en uno de los meses de represión más bárbara de este general de amplitud de criterio". Pero "¿por qué exigir otra cosa de Sábato? Sábato es el representante intelectual legítimo de nuestra clase media. Hoy, precisamente, es el héroe porque esa, nuestra clase media, se ve reflejada en él plenamente: sus fantasmas, sus miedos, sus exitismos, sus necesidades de verse premiada, su capacidad de remordimiento. Pasa alegremente, sin ningún problema de la más trágica de las dictaduras a un país con libertades, sin haber sacrificado ni una lágrima".
Años más tarde, al cumplirse 30 años del golpe genocida, el gobierno de Néstor Kirchner reeditó el prólogo del Nunca Más. El nuevo relato resultó de otra configuración de la memoria oficial, asentada en la memora y la verdad, y en una política de efectiva justicia. Se trata de un texto que desarmó los fundamentos esenciales del informe Sábato y que contó con el unánime apoyo del movimiento de derechos humanos.
Las corporaciones mediáticas, políticas y empresarias se opusieron a los nuevos argumentos e intentaron –casi desde el ridículo- sostener la paternidad simbólica del alfonsinismo en la defensa de la democracia y los derechos humanos. Acusaron al oficialismo de tener una "actitud revanchista" y de "menospreciar los enormes esfuerzos realizados en pos de una verdadera pacificación nacional".
No resulta extraño, entonces, que quienes confrontan las políticas actuales en materia de justicia y ampliación de derechos sean los mismos que subieron a Sábato en el pedestal de la ética democrática.
*El autor es Doctor en Comunicación de la UNLP, director de Radio Nacional Mendoza, docente e investigador de la UNCuyo, director de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNCuyo
El 15 de diciembre de 1983, menos de una semana después de asumir la presidencia, Raúl Alfonsín dictó el decreto 187 que estableció la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). Tenía la expresa responsabilidad de investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar. En la Comisión estaban, entre otros, el cirujano René Favaloro, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú y el escritor Ernesto Sábato.
El periodista Ulises Gorini dijo en su obra sobre la historia de las Madres de Plaza de Mayo que la mayoría de aquellos "notables"
pertenecía a una variada y compleja franja de la población que, tras haber avalado en términos generales la "lucha anti-subversiva" –el genocidio-, se habían sumado tardíamente a la condena de la dictadura.
"Incluso algunos habían prestado servicios al régimen, como Ruiz Guiñazú, encargada de prensa del Ministerio de Economía, o integrando la delegación que había concurrido a Malvinas después del desembarco argentino, como René Favaloro".
Sábato era, entonces, la expresión de los que habían pensado que los militares habían venido a poner orden al caos del gobierno de Isabel Perón y la acción de la guerrilla, y en algún momento comenzaron a percibir la "desproporción" de la respuesta del régimen dictatorial, la "desviación de la legalidad" en la utilización de los métodos represivos, los "excesos" y las "víctimas inocentes".
Los "notables" de la llamada etapa de la transición a la democracia forjaron y acompañaron la construcción de la memoria oficial. El filósofo José Pablo Feinmann hace referencia a esa lamentable
funcionalidad: "el referente es alguien a quien la sociedad coloca en determinado lugar (…) Se trata de un pacto. La sociedad se reconoce en el referente porque éste reconoce a la sociedad, expresándola, el referente cree, no solo en la sociedad, sino muy especialmente en sí mismo. Cree que su palabra es necesaria (…) de aquí que siempre debe pronunciarla (…) Adquiere con el tiempo un aura de santo. Los valores de la sabiduría y la santidad lo constituyen (…) La sociedad le exige la palabra sabia, orientadora".
Desde este enfoque, puede valorarse el papel jugado por Sábato en un momento clave de la historia reciente. "El prólogo del Nunca Más incurre en la exaltación del punto medio". Así "se dibuja un país inocente que es asolado, herido desde los extremos: el extremo izquierdo y el extremo derecho. El referente mira y juzga desde el medio. El punto medio es el punto de la inocencia. Los demonios son los extremos".
Con la creación de la comisión, Alfonsín eludió la responsabilidad de poner a cargo de las indagaciones e investigaciones al Parlamento, tal como lo habían solicitado los organismos de derechos humanos. Su tarea era desarrollar su investigación en un plazo perentorio de 180 días, según lo expresado por el decreto, "de modo de evitar que la dolorosa necesidad de investigar estos hechos sustraiga, más allá de cierto lapso prudencial, los esfuerzos que deben dirigirse a la tarea de afianzar en el futuro una convivencia democrática y respetuosa de la dignidad humana".
Estaba en juego el canon de la memoria colectiva. Más allá de la repercusión pública de la Conadep, inseparable de su labor de denuncia del terrorismo de Estado, no se puede ocultar que su discurso imponía una interpretación de los hechos del pasado reciente que se sintetizaba en el mito de los dos demonios, una interpretación que no era la del poder militar, pero tampoco la del movimiento de derechos humanos.
Gorini explica que "el prólogo del Nunca Más, escrito por un hombre de sinuosa actuación bajo el régimen dictatorial, establecía una relación directa entre el genocidio y la actuación de los grupos armados de la izquierda más radicalizada de la década del setenta". Durante esos años, sostenía Sábato, "la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda". Semejante afirmación no fue el resultado de alguna investigación efectuada por la Comisión, sino que era una estricta evaluación política del escritor, en sintonía con el discurso oficial.
La idea de terrorismo incluía, en el informe, a las organizaciones armadas de la izquierda. El terrorismo, agrega Gorini, es una categoría que "se aplicaba a experiencias históricas diversas y servía para manipular identidades complejas, que de ningún modo eran equiparables, ni siquiera comparables. No bastaba que Sábato dijera que el terrorismo de Estado había sido infinitamente peor que el otro.
No había comparación posible".
El periódico de las Madres de Plaza de Mayo reflejó el informe Sábato con el título "Las trampas del Nunca Más". En él se consignó que si bien la información recogida por la comisión revelaba que un porcentaje considerable de las víctimas de las desapariciones no eran guerrilleros, este aspecto no aparece considerado en el informe. Se había omitido indagar sobre la militancia de los desaparecidos y las causas de las desapariciones. La contracara de la demonización de los militantes de los setenta es, en el Nunca Más, la despolitización de los desaparecidos en la figura de la víctima. El sadismo, la perversión y la locura explicaban la extensión de la represión hacia las "víctimas inocentes". Por otra parte ¿cómo justificar la idea de que el terrorismo de Estado fue la respuesta a otro terrorismo cuando se conocía que un alto porcentaje de los desaparecidos no estaba involucrado con la lucha armada?
El escritor Osvaldo Bayer fue quien planteó de manera más frontal una polémica con Sábato. En un artículo publicado en el periódico de las Madres de Plaza de Mayo en enero de 1985, Bayer habló del "reacomodamiento situacionista" del autor de "Sobre héroes y tumbas"
al recuperar sus palabras del 19 de mayo de 1976: "el general Videla me dio una excelente impresión, se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente". Sábato, agrega Bayer, "sabía muy bien qué efecto podían ocasionar sus palabras en los lectores, precisamente en uno de los meses de represión más bárbara de este general de amplitud de criterio". Pero "¿por qué exigir otra cosa de Sábato? Sábato es el representante intelectual legítimo de nuestra clase media. Hoy, precisamente, es el héroe porque esa, nuestra clase media, se ve reflejada en él plenamente: sus fantasmas, sus miedos, sus exitismos, sus necesidades de verse premiada, su capacidad de remordimiento. Pasa alegremente, sin ningún problema de la más trágica de las dictaduras a un país con libertades, sin haber sacrificado ni una lágrima".
Años más tarde, al cumplirse 30 años del golpe genocida, el gobierno de Néstor Kirchner reeditó el prólogo del Nunca Más. El nuevo relato resultó de otra configuración de la memoria oficial, asentada en la memora y la verdad, y en una política de efectiva justicia. Se trata de un texto que desarmó los fundamentos esenciales del informe Sábato y que contó con el unánime apoyo del movimiento de derechos humanos.
Las corporaciones mediáticas, políticas y empresarias se opusieron a los nuevos argumentos e intentaron –casi desde el ridículo- sostener la paternidad simbólica del alfonsinismo en la defensa de la democracia y los derechos humanos. Acusaron al oficialismo de tener una "actitud revanchista" y de "menospreciar los enormes esfuerzos realizados en pos de una verdadera pacificación nacional".
No resulta extraño, entonces, que quienes confrontan las políticas actuales en materia de justicia y ampliación de derechos sean los mismos que subieron a Sábato en el pedestal de la ética democrática.
*El autor es Doctor en Comunicación de la UNLP, director de Radio Nacional Mendoza, docente e investigador de la UNCuyo, director de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNCuyo
"Incluso algunos habían prestado servicios al régimen, como Ruiz Guiñazú, encargada de prensa del Ministerio de Economía, o integrando la delegación que había concurrido a Malvinas después del desembarco argentino, como René Favaloro".
Sábato era, entonces, la expresión de los que habían pensado que los militares habían venido a poner orden al caos del gobierno de Isabel Perón y la acción de la guerrilla, y en algún momento comenzaron a percibir la "desproporción" de la respuesta del régimen dictatorial, la "desviación de la legalidad" en la utilización de los métodos represivos, los "excesos" y las "víctimas inocentes".
Los "notables" de la llamada etapa de la transición a la democracia forjaron y acompañaron la construcción de la memoria oficial. El filósofo José Pablo Feinmann hace referencia a esa lamentable
funcionalidad: "el referente es alguien a quien la sociedad coloca en determinado lugar (…) Se trata de un pacto. La sociedad se reconoce en el referente porque éste reconoce a la sociedad, expresándola, el referente cree, no solo en la sociedad, sino muy especialmente en sí mismo. Cree que su palabra es necesaria (…) de aquí que siempre debe pronunciarla (…) Adquiere con el tiempo un aura de santo. Los valores de la sabiduría y la santidad lo constituyen (…) La sociedad le exige la palabra sabia, orientadora".
Desde este enfoque, puede valorarse el papel jugado por Sábato en un momento clave de la historia reciente. "El prólogo del Nunca Más incurre en la exaltación del punto medio". Así "se dibuja un país inocente que es asolado, herido desde los extremos: el extremo izquierdo y el extremo derecho. El referente mira y juzga desde el medio. El punto medio es el punto de la inocencia. Los demonios son los extremos".
Con la creación de la comisión, Alfonsín eludió la responsabilidad de poner a cargo de las indagaciones e investigaciones al Parlamento, tal como lo habían solicitado los organismos de derechos humanos. Su tarea era desarrollar su investigación en un plazo perentorio de 180 días, según lo expresado por el decreto, "de modo de evitar que la dolorosa necesidad de investigar estos hechos sustraiga, más allá de cierto lapso prudencial, los esfuerzos que deben dirigirse a la tarea de afianzar en el futuro una convivencia democrática y respetuosa de la dignidad humana".
Estaba en juego el canon de la memoria colectiva. Más allá de la repercusión pública de la Conadep, inseparable de su labor de denuncia del terrorismo de Estado, no se puede ocultar que su discurso imponía una interpretación de los hechos del pasado reciente que se sintetizaba en el mito de los dos demonios, una interpretación que no era la del poder militar, pero tampoco la del movimiento de derechos humanos.
Gorini explica que "el prólogo del Nunca Más, escrito por un hombre de sinuosa actuación bajo el régimen dictatorial, establecía una relación directa entre el genocidio y la actuación de los grupos armados de la izquierda más radicalizada de la década del setenta". Durante esos años, sostenía Sábato, "la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda". Semejante afirmación no fue el resultado de alguna investigación efectuada por la Comisión, sino que era una estricta evaluación política del escritor, en sintonía con el discurso oficial.
La idea de terrorismo incluía, en el informe, a las organizaciones armadas de la izquierda. El terrorismo, agrega Gorini, es una categoría que "se aplicaba a experiencias históricas diversas y servía para manipular identidades complejas, que de ningún modo eran equiparables, ni siquiera comparables. No bastaba que Sábato dijera que el terrorismo de Estado había sido infinitamente peor que el otro.
No había comparación posible".
El periódico de las Madres de Plaza de Mayo reflejó el informe Sábato con el título "Las trampas del Nunca Más". En él se consignó que si bien la información recogida por la comisión revelaba que un porcentaje considerable de las víctimas de las desapariciones no eran guerrilleros, este aspecto no aparece considerado en el informe. Se había omitido indagar sobre la militancia de los desaparecidos y las causas de las desapariciones. La contracara de la demonización de los militantes de los setenta es, en el Nunca Más, la despolitización de los desaparecidos en la figura de la víctima. El sadismo, la perversión y la locura explicaban la extensión de la represión hacia las "víctimas inocentes". Por otra parte ¿cómo justificar la idea de que el terrorismo de Estado fue la respuesta a otro terrorismo cuando se conocía que un alto porcentaje de los desaparecidos no estaba involucrado con la lucha armada?
El escritor Osvaldo Bayer fue quien planteó de manera más frontal una polémica con Sábato. En un artículo publicado en el periódico de las Madres de Plaza de Mayo en enero de 1985, Bayer habló del "reacomodamiento situacionista" del autor de "Sobre héroes y tumbas"
al recuperar sus palabras del 19 de mayo de 1976: "el general Videla me dio una excelente impresión, se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente". Sábato, agrega Bayer, "sabía muy bien qué efecto podían ocasionar sus palabras en los lectores, precisamente en uno de los meses de represión más bárbara de este general de amplitud de criterio". Pero "¿por qué exigir otra cosa de Sábato? Sábato es el representante intelectual legítimo de nuestra clase media. Hoy, precisamente, es el héroe porque esa, nuestra clase media, se ve reflejada en él plenamente: sus fantasmas, sus miedos, sus exitismos, sus necesidades de verse premiada, su capacidad de remordimiento. Pasa alegremente, sin ningún problema de la más trágica de las dictaduras a un país con libertades, sin haber sacrificado ni una lágrima".
Años más tarde, al cumplirse 30 años del golpe genocida, el gobierno de Néstor Kirchner reeditó el prólogo del Nunca Más. El nuevo relato resultó de otra configuración de la memoria oficial, asentada en la memora y la verdad, y en una política de efectiva justicia. Se trata de un texto que desarmó los fundamentos esenciales del informe Sábato y que contó con el unánime apoyo del movimiento de derechos humanos.
Las corporaciones mediáticas, políticas y empresarias se opusieron a los nuevos argumentos e intentaron –casi desde el ridículo- sostener la paternidad simbólica del alfonsinismo en la defensa de la democracia y los derechos humanos. Acusaron al oficialismo de tener una "actitud revanchista" y de "menospreciar los enormes esfuerzos realizados en pos de una verdadera pacificación nacional".
No resulta extraño, entonces, que quienes confrontan las políticas actuales en materia de justicia y ampliación de derechos sean los mismos que subieron a Sábato en el pedestal de la ética democrática.
*El autor es Doctor en Comunicación de la UNLP, director de Radio Nacional Mendoza, docente e investigador de la UNCuyo, director de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNCuyo