OPINIÓN de Raúl Wiener, Perú.- La ampliación del Jorge Chávez tiene cuatro años de retraso, lo que ha creado un cuello de botella que requiere una solución mientras se construye la segunda pista y el nuevo terminal, lo que tomará aproximadamente seis años más. El crecimiento estimado anual de las actividades del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez es de un 10% y no estamos preparados para ello.
¿Quo vadis Jorge Chávez? (Cecilia Blume)
Si algo no esperaba leer es un texto como el de arriba, firmado nada menos que por Cecilia Blume, a nombre de CB Consult, la consultora empresarial que mantiene con Carolina Castilla, hermana del inamovible ministro, Miguel Castilla. Pero ahí está, y habría que preguntarse por qué la socia de la gerente de asuntos corporativos de Lima Airport Partners se manda a denunciar un retraso de cuatro años en los trabajos de ampliación del aeropuerto, con estas idas y venidas de los nuevos terrenos y el inicio de las obras de la nueva pista que deberá tomar seis años más, es decir serán 10 años de desajuste con el consiguiente caos para responder a la demanda de pasajeros y de carga de nuestro primer terminal aéreo.
Pero vista bien la cosa el rezago es mucho más dilatado y algunos venimos haciendo un tema reiterado sobre ello por los menos desde el 2004. Nuestra afirmación siempre fue que se había estafado al país haciendo la concesión de un aeropuerto que era una mina de oro (según Blume, actualmente se realizan 15 millones de viajes anuales que pagan la tarifa de embarque que es retenida en 53% por la concesionaria; se mueven 300 mil toneladas de carga que paga derechos; se cobran todos los servicios: aterrizaje, despegue, carga de combustible, remolque, hangares, estacionamiento de vehículos, tiendas, etc.), que antes eran ingresos de CORPAC, diciendo que se requería fuertes inversores extranjeros para hacer la pista que ya lleva 14 años sin hacerse.
Y los socios que Blume dice que le suscitaron tantas expectativas: Aeropuerto Frankfurt, Bechtel y Cosapi, y que formaron el consorcio ganador sin competidores del 2000, ya no queda ninguno y en su reemplazo hay una empresa que se llama LAP, como el consorcio, pero muy pocos saben lo que realmente lleva dentro. Esa empresa que se dedicó a hacer juicios a sus críticos, es corresponsable con los gobiernos de turno, de los atrasos producidos y la única que ha salido ganando de eso, porque le salía más cómodo no hacer la gran obra comprometida y seguir ordeñando el aeropuerto.
¿Pero, por qué Blume se lanza a pintar tan mal panorama sobre una privatización que antes aplaudía a cuatro manos? Muy simple. El mensaje ahora es: “hay que habilitar un terminal intermedio en las losas que tienen las Fuerzas Armadas... mientras se construyen las ampliaciones definitivas”. Es decir hay que desvestir a los institutos militares para que LAP gane otro plazo. Y siga llenándose de dinero.
