Xitlali Miranda Mayo, coordinadora del Comité de Búsqueda Los Otros Desaparecidos de Iguala
.Xitlali Miranda Mayo es psicóloga en Iguala, Guerrero. Coordina el Comité de Búsqueda Los Otros Desaparecidos de Iguala, fundado tras la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa el 26 de setiembre del 2014. La búsqueda con vida de los normalistas destapó una situación dramática: la zona está sembrada de fosas clandestinas y restos humanos de desaparecidos, en el contexto del conflicto interno actual, desatado por la militarización de los territorios, la infiltración del crimen organizado en los aparatos del Estado y la llamada “guerra a las drogas”.
Fabrizio Lorusso, colaborador de Noticias Aliadas, conversó con Miranda Mayo sobre el movimiento de búsqueda de desaparecidos y qué llevó a los familiares a organizarse para encontrar a sus desaparecidos. Según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, actualmente 27,659 personas se encuentran en calidad de desaparecidas en México, siendo Guerrero, Tamaulipas y Veracruz estados con mayor número de víctimas de desaparición forzada en el país.
Fabrizio Lorusso.- ¿Cuándo nació el Comité de Búsqueda Los Otros Desaparecidos de Iguala?
La búsqueda de los desaparecidos se inició por los estudiantes de Ayotzinapa. Eso movió la conciencia de muchas personas. Cuando desaparecieron, llegaron aquí integrantes de la UPOEG [Unión de Pueblos y Organizaciones-Estado de Guerrero] porque varios normalistas son de comunidades en que labora dicha organización: en las regiones de Costa Chica y la Montaña. Ellos deciden trasladarse a Iguala para buscar a los chicos con vida. Pero cuando recorren los cerros, descubren fosas. Incluso ellos excavan unas y hallan restos humanos. La noticia causó un clamor nacional, pero no eran los estudiantes de Ayotzinapa. Entonces surgió la pregunta: “¿Quiénes son?” A nadie importó, vinieron las autoridades y la fiscalía del Estado, vieron las fosas, y la respuesta absurda fue tan sólo: “Bueno, no son los estudiantes”. No podíamos pasar por alto algo así como lo hicieron ellos.
¿Cómo se organizaron?
UPOEG convocó a las familias de Iguala que tuvieran algún desaparecido a reuniones, pero pocas se acercaban. Hubo solidaridad, regalaban comida y materiales, pero no participaban en las búsquedas en los cerros. Mis amigas y yo llevábamos enseres, así nació una amistad con el líder social Miguel Jiménez, quien lamentablemente fue asesinado en agosto pasado. Él decía: “Tienes que verlo, porque así te vas a dar cuenta de la magnitud del problema, pues no basta contarlo, nosotros en algún momento saldremos y ustedes tienen que estar conscientes de que Iguala es un cementerio”. Inicialmente pensé que exageraba, pero cuando fui me di cuenta de que efectivamente el cerro estaba sembrado de fosas y fue un golpe. Nunca me percaté antes del problema que muchas familias vivían.
Entonces hicimos reuniones con el padre Óscar Prudenciano, pedimos ayuda. Convocamos a las familias a la iglesia con una consigna: “Si tienes un familiar desaparecido, ven para que tomen una muestra de tu ADN y busquemos a tu familia”. Así llegaban, les atraía poder hacerse el estudio de ADN. La organización Ciencia Forense Ciudadana [conformada por familiares de desaparecidos que utiliza tecnologías forenses], dirigida por Julia Alonso, nos ofreció realizar esas pruebas y nació el comité de familiares Comité de Búsqueda.
Considera que aquí somos gente pobre, sin ningún recurso, y con lo que juntábamos hacíamos volantes, usábamos las redes sociales, pedíamos a los periodistas que conocíamos que vinieran. El 11 de noviembre del 2014 la sorpresa fue mayúscula, el sótano de la iglesia estaba lleno, había 150 familias. Daba miedo. Los de UPOEG no pudieron llegar ese día, pues habían secuestrado a uno de sus compañeros, pero pasó algo impresionante, inesperado, cuando las personas empezaron a hablar, a ponerse de pie y a contar sus historias en el micrófono, una tras otra. Todo el mundo lloró porque las historias son trágicas, de dolor e impunidad, de impotencia, de no ser escuchado y no saber qué hacer.
¿Cómo salen a buscar?
Se dio espontáneamente, fijamos otra reunión, el viernes siguiente fue la primera búsqueda con los familiares y encontramos siete restos humanos. El domingo fuimos a las fosas acompañados por la PGR [Procuraduría General de la República]. Fue como una bola de nieve que arrastró todo por la necesidad de muchas familias que jamás habían sido escuchadas antes por unas autoridades indolentes. Entonces, se les dio la posibilidad de buscar, excavar y encontrar a sus familias. Fue rápido y después la PGR hizo las exhumaciones. Con dificultad pero sí avanzamos.
Hay varios grupos de búsqueda en varios lugares del Estado, pero cuando llegó UPOEG nos enseñó a buscar fosas y nos dimos cuenta que era algo que había faltado en todas las organizaciones. Puedes estar en un pleito con las autoridades, pero si ellos quieren, hacen algo, si no, no lo hacen. Por eso el movimiento de Iguala equivale a decir que sí se puede hacer porque aquí carecemos de todo, estamos en una situación económica lamentable, pero aun así los papás suben a los cerros, como podemos nos trasladamos y compramos lo necesario o lo pedimos. La idea es compartir con otras organizaciones, que a veces tienen mucha experiencia y avances en otros sentidos, el hecho de que a veces andando en los cerros y en los caminos se obtienen resultados es como cuando se extiende el fuego. Tenemos el orgullo de haber puesto nuestro granito de arena.
¿Qué apoyos y obstáculos han tenido?
Con PGR fue un golpe de suerte. Una periodista nos contactó con la señora Eliana García quien es activista y está encargada del despacho de la Subprocuraduría de Derechos Humanos de la PGR. Entonces ellos asistieron a la reunión con las familias y prometieron trabajar con nosotros. Es difícil porque tienen una maquinaria que no avanza sola. Como en muchas instituciones aquí, es difícil que hagan algo que saben les corresponde. Sin la participación de las familias, esto ya se hubiera acabado. Si los de la PGR salen a buscar solos, no encuentran, pero con la presión de las familias algo se mueve en su maquinaria, a fuerza, a regañadientes, pero sí.
Ahora salimos a buscar resguardados por la Policía Federal y, a veces, la Marina. Sin embargo, es un apoyo limitado, puede ser una patrulla con tres o cuatro federales, pero bueno de alguna manera hacemos como que nos sentimos protegidos, si no ya hubiéramos suspendido las búsquedas. Desde hace más de dos meses el gobierno del Estado está mandando una camioneta para el traslado de las familias. Se han solicitado otros apoyos al gobierno del Estado y al municipal, pero más que nada son indolentes. Las familias no sólo necesitan la búsqueda de sus familiares, sino también otros apoyos porque son muy humildes, económicamente desfavorecidas. Cuando una persona desaparece, casi siempre es el que se encarga de la economía y la familia se cae en picada en muchos aspectos.
Se han pedido apoyos con oficios al gobierno del estado. En el 2015, cuando estaba el gobernador interino Rogelio Ortega, vino su hija, se dieron apoyos, pero tenemos 400 familias, a las reuniones venían 200 y mandaron en total 18 proyectos productivos. Y a las reuniones llegaban sólo 300 despensas [víveres y agua] para 400 familias. La respuesta del Estado ha sido escasa.
¿Cuántas fosas y cuerpos han encontrado?
Se han exhumado 145 restos humanos. Se han identificado 24 y de estos se entregaron 15 a las familias. Los demás están en espera. No tengo el dato exacto de las “fosas positivas” [fosas clandestinas que contienen restos humanos] y tampoco lo tienen las autoridades con precisión, pero son más de 100, 120. También hay fosas clandestinas con más personas, hasta con seis cuerpos.
¿Han recibido amenazas?
En lo personal nunca he recibido una amenaza ni hostigamiento, ni por parte de los grupos delictivos ni de las autoridades, pero Mario Vergara [integrante del Comité que participó en la Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos que reunió en abril por primera vez a grupos de todo el país en Amatlán, Veracruz] ha denunciado las amenazas de muerte que recibieron él y su familia. Hubo el asesinato en febrero pasado de Norma Angélica Bruno Román, quien tiene un familiar desaparecido y participó en las búsquedas. Pero no sabemos el motivo, no se ha abierto una investigación al respecto. El grupo de los que vamos a buscar ha ido reduciéndose: éramos 70, 40 y últimamente somos unos 20, pero no siempre sabemos los motivos de quienes desisten.
Mario [Vergara], quien busca a su hermano con coraje y energía, aprendió muchas cosas sobre búsqueda de fosas y fue uno de los principales impulsores de la Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos [conformada por buscadores de Guerrero, Coahuila, Sinaloa, Chihuahua y Baja California y Veracruz].
¿Qué impactos tiene la búsqueda en las familias?
En Iguala se niega el problema, la sociedad ignora el movimiento de los desaparecidos, no hay una verdadera solidaridad hacia las familias. Más bien, se criminalizan no sólo a nivel de las instituciones, sino a nivel social porque se piensa erróneamente que tienen algo que ver con el crimen organizado por tener un desaparecido. Cuando les entregan a su familiar, he visto que para las familias es un alivio. Es complejo pensarlo para mí, porque yo desearía que estuviera vivo y sentiría un gran dolor, pero ellos no. Ha sido tanto su desgaste, su caminar y su dolor que les entregan a su familiar y sienten alivio, sobre todo paz.